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Dijo el Emperador:
“Veo por la insignia dibujada en tu armadura que eres un príncipe. Pero,
¿Por qué entraste (infiltraste) en el castillo, como entra el ladrón, a robar
mi caballo?”
Bajó Iván su cabeza por vergüenza y continuó el Emperador su discurso
diciendo:
“ Tengo que proclamar a toda la gente que eres un ladrón. Sin embargo,
te perdonaré si me haces un servicio (favor). En el reino vecino, hay una
princesa fascinante que se llama Hilana. Si me la traes, te daré el caballo
con la crin de oro.”
Estuvo de acuerdo Iván con la petición del Emperador Quzmán y se
apresuró regresando con el lobo gris; y le informó de lo que había
acontecido. Suspiró el lobo sorprendido por el poco juicio de Iván, pero lo
perdonó esta vez también y le dijo:
“Súbete a mi espalda, te llevaré al palacio de la hermosa princesa Hilana.
Traducción: Ricardo Durán
Traducción: Ricardo Durán
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